Capítulo LXXV
Maximiliano
Salgo de su oficina, sintiendo el peso de la derrota. Nunca pensé que las cosas llegarían a este punto. No pude concretar el trato, y Fernando… Fernando me odia.
Llego al elevador y espero unos minutos mientras el piso desciende lentamente. El timbre suena y las puertas se abren. Mis ojos se cruzan con los de ella.
Camila.
Por un momento la veo paralizada, sin poder articular una palabra.
En sus ojos hay asombro y cautela al verme frente a ella.
—Camila.
Con frialdad e indiferencia, ella pasa de largo… pero la sostengo suavemente del brazo. Me mira con desprecio y luego baja la mirada hacia donde la sujeto.
—Suéltame —me ordena, apretando los dientes.
—Camila, necesito hablar contigo —le digo, tratando de que mi voz no suene más desesperada de lo que ya estoy.
Me duele ver la forma en la que me mira, con frialdad, como si todo lo que alguna vez nos unió hubiera desaparecido. Cada palabra que pronuncio se siente pesada, y cada intento de acercarme choca contra