Los niños... no son míos
Capítulo XXXII
Maximiliano
Otro día sin noticias de Camila. Nadie me ha podido dar informes de ella ni de aquel carro; las placas no aparecen en ningún lado. Eso me tiene mal. Es imposible que se haya esfumado esa información; es como si alguien la hubiera borrado para que no apareciera.
«Ay, Camila, sé perfectamente cómo hacer para que regreses», murmuro, apretando los dientes.
Tomo el teléfono y marco a Ruiz.
—Ruiz, necesito que prepares todo para la demanda de ADN. Quiero que la ingreses al juzgado de lo familiar cuanto antes —mi voz es firme, sin margen de discusión.
—Entendido, Maximiliano —responde él al instante—. Todo quedará listo.
Cuelgo y me recuesto en la silla, pensando en Camila: en dónde se habrá metido y por qué aún no puedo dar con ella ni con los gemelos. No me importa, tarde o temprano nos volveremos a ver, y le pesará haberse ido de esa manera.
Sé que, aunque aún no tenga resultados, este será el primer paso para traerla de vuelta. La paciencia no es mi fuerte, per