Puedo confiar... aunque sea un poco
Capítulo XXXI
Clarissa
Cuando la señora sale del cuarto, no me muevo. La bandeja con el desayuno sigue sobre la mesa, intacta. Tengo hambre; todo se ve apetitoso, mi estómago cruje… pero no sé si puedo confiar.
La observo hasta que cierra la puerta. Solo entonces me permito respirar.
El silencio se vuelve espeso. Escucho pasos afuera, acercándose. Toca la puerta, suave. Mi cuerpo se tensa. Cuando levanto la vista, veo a un hombre joven en el umbral.
Su presencia me desconcierta. No tiene la mirada fría de los demás, ni la voz dura.
—Solo quería asegurarme de que estés bien —dice con calma.
Su amabilidad me asusta. No sé si sea otra trampa de mi madre… o si, de verdad, sea un ángel que mi padre puso en mi camino.
Las últimas palabras de él siguen vivas en mi memoria: “Estás a salvo, hija.”
¿Podré confiar en ellos… o debo buscar la forma de escapar?
No lo sé.
El cansancio me vence y, sin darme cuenta, me quedo dormida.
Cuando despierto, lo veo sentado en el sillón, con una taza entre la