Capítulo LX
Greta
Me encuentro en el jardín de la casa de Emiliano, fumándome un cigarro con la mano temblorosa. No por frío. Por rabia.
La noche está callada, demasiado callada, como si hasta el viento supiera que hoy no estoy para tonterías.
Inhalo profundo.
El humo me quema la garganta, pero me calma más que cualquier palabra de Gustavo. Ese inútil está adentro, caminando de un lado a otro como perro asustado.
Escupo el humo al aire y me froto la sien.
Maximiliano ya sabe más de la cuenta.
Mucho más.
Me arde el estómago de solo recordarlo.
Años guardando ese secreto.
Años ocultando lo que realmente pasó con el desgraciado de su padre.
Y ahora… ahora todo se está desmoronando.
Gustavo aparece en el jardín.
—Greta…
Volteo a verlo fastidio.
—¿Qué quieres? —pregunto mientras tiro el cigarro.
Extiende la mano y me enseña las pastillas.
—Mira, me las encontré debajo del colchón del cuarto donde estaba Clarissa.
Me levanto de la silla y tomo las pastillas, las aplasto con rabia en la palm