Capítulo XXVIII
Rafael
Estoy en la acera, a una distancia prudente, dejando que la fría noche me envuelva. Mis manos se aferran al volante mientras observo la casa de Camila, reflexionando sobre la extraña venta. A Sebastián le dijeron que la casa había sido vendida, pero algo en todo eso no cuadraba. No había señales de movimiento; la calle estaba desierta, silenciosa, como si contuviera la respiración, esperando algo. El cielo, completamente oscuro y lleno de estrellas, contrasta con las sombras que las farolas proyectan sobre el pavimento. Mis dedos se tensan en el volante. Pienso en retirarme, en dar otra vuelta, en seguir vigilando desde lejos, pero algo dentro de mí me detiene. Es un instinto, una sensación que no puedo ignorar.
Decido dar una última vuelta. Las ruedas del carro crujen ligeramente al girar, y mientras regreso, los faros iluminan una figura frágil en la acera. Una mujer camina con pasos débiles, inestables, mirada perdida. Mi corazón da un salto. Parece a pu