Capítulo XXVII
Clarissa
La puerta se abre lentamente, y el sonido del chirrido de las bisagras me atraviesa como un cuchillo. Me quedo rígida, con los ojos fijos en la rendija de luz que se va ensanchando. Cada segundo es insoportable.
Una silueta aparece en el umbral. Alta, firme, pero desconocida. Mi corazón se acelera con violencia, como si quisiera huir de mi propio pecho. Mis uñas se clavan más fuerte en la piel de mis brazos. El instinto me grita que corra, que me esconda, que grite, pero mi voz está atrapada en mi garganta.
El hombre da un paso hacia adentro. No lo reconozco. Sus rasgos son extraños, su presencia me resulta ajena, y por eso mismo mi miedo se dispara. Retrocedo tambaleándome hasta chocar con la pared, mis piernas tiemblan como si fueran de cristal a punto de romperse.
—No te acerques… —logro balbucear, apenas un hilo de voz.
Él levanta las manos despacio, como si quisiera demostrarme que no trae armas, que no va a hacerme daño. Su mirada es tranquila, pero