👠
La torre Valtieri tenía sus propias reglas. Allí dentro, el tiempo se medía en juntas, contratos, cifras, y silencios con aroma a café recién molido. Céline llegó a las ocho en punto, impecable, con una blusa de seda beige y pantalón a juego. Había dormido poco, pero su rostro no lo mostraba. Lo único que traicionaba su agotamiento era la rigidez de su sonrisa.
El equipo ya la esperaba en la sala de juntas del piso veintidós. Cuatro presentaciones. Dos nuevos acuerdos. Una propuesta con Dermatec que requería su visto bueno. Durante más de tres horas, se sumergió en su agenda con disciplina quirúrgica.
Era su forma de no pensar.
No pensar en la mirada esquiva de Kilian esa mañana.
No pensar en el gesto de Elian al subirse al coche.
No pensar en cómo su hogar, ese que tanto había protegido, ya no era refugio, sino campo minado.
A las once y cuarto, su asistente personal entró con una tablet. Había algo en su expresión que Céline captó de inmediato.
—¿Qué pasa?
—Disculpe, señora Valti