Habían pasado dos meses desde que se mudaron a la nueva casa. La rutina era estable, casi mágica. Los niños estaban más tranquilos, la escuela ya no era un campo de batalla emocional y Céline volvía a amar los domingos por la mañana. Matthias cocinaba panqueques, Yvania cantaba, Elian se concentraba en su nuevo telescopio. Todo parecía en paz.
Pero en los últimos días, algo en Matthias la inquietaba. Estaba más ausente, atendía llamadas en voz baja y, a veces, parecía estar lejos incluso cuando estaba a su lado. Céline sintió una punzada en el pecho. Viejas heridas, viejas sospechas. Por un instante, la ansiedad amenazó con escalar… pero respiró profundo. Recordó sus sesiones con Elodie, las herramientas que había aprendido.
“No todo lo bueno desaparece. Algunas cosas llegan para quedarse.”
Ese día decidió cerrar un ciclo de forma simbólica. Había llegado el momento de retirar las últimas cosas que quedaban en Altura Valtieri. El penthouse ya se había vendido, y solo faltaban al