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El coche se deslizó en silencio por la autopista. A través de la ventanilla, los paisajes de Belvaronne se desdibujaban en tonos grises, como si el cielo supiera que algo se rompía.
Céline no había dicho una palabra desde que dejaron a los niños. Su madre, fiel a sí misma, había lanzado sus dardos con precisión quirúrgica, y aunque Céline intentó que no la afectaran… la verdad retumbaba.
"Te advertí que ese hombre no era suficiente para ti."
Miró de reojo a Kilian, quien seguía conduciendo con una expresión neutra, como si todo estuviera bajo control. Como si no hubiera una grieta partiéndolos por la mitad.
—¿Por qué no me dijiste antes que ibas a viajar? —preguntó él de pronto, sin mirarla.
El tono no fue agresivo, pero tampoco inocente.
Céline sintió que algo dentro se tensaba. Cerró los ojos, respiró… y falló.
—¿En serio estás preguntando eso ahora?
Él frunció el ceño.
—Solo quiero entender por qué me dejaste fuera.
—¿Fuera? —La risa que escapó de su garganta fue seca, incrédul