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La sala VIP del aeropuerto olía a madera cara y ansiedad contenida. Céline mantenía la espalda recta, las piernas cruzadas, el celular entre las manos. No estaba revisando nada. Solo fingía hacerlo. Desde que llegó, había notado algunas miradas. Dos mujeres cuchicheaban con sus teléfonos, y un hombre fingía leer el periódico mientras la espiaba por encima.
No les prestó atención. Al menos no todavía.
Por dentro, aún ardía.
¿Dónde quedó el hombre que me amó?, pensó. ¿El que llegaba con flores sin motivo, el que construyó cunas y sueños conmigo?
Ahora solo quedaba esa versión ambigua de Kilian: el que dudaba, el que evitaba su mirada, el que discutía como si no recordara por qué se habían elegido.
El zumbido de su celular le tensó los hombros. Era un mensaje de su madre, Clarisse.
—¿¡Qué has hecho!? Ya tengo al equipo de relaciones públicas trabajando en ello.
[Link adjunto]
Abrió el video.
Y ahí estaba.
Ella. Gritándole a Kilian dentro del coche. Golpeando la