Mierda, ¿qué…?
¿Por qué no contesté?
Todo el santo día esperando una respuesta de ellos y cuando llega… no contesto.
Empecé a caminar por todos lados, desesperada.
Tratando de darme la valentía para devolver la llamada.
Pasaron diez minutos y ni él llamaba ni yo me animé.
De la desesperación me puse a gritar.
A gritarme.
Estaba tan metida en mi pelea interna que no vi en qué momento mi tío había entrado en mi casa.
Los dos nos quedamos quietos y sorprendidos.
Él tenía cara de pánico.
«Mierda, mierda, mierda.
Pasó algo. Lo sé. ¿Por qué estaría él aquí si no?»
Noté cómo mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas y el nudo en mi garganta empezaba a arder.
—¿Qué pasa, Aurora? —Habló con cuidado, como si tuviera miedo de que me desmayara—. ¿Le pasó algo a tu padre? ¿Por qué gritas?
Espera, ¿qué?
No debería hablarme de Dante.
—Yo… —traté de hablar calmadamente—. Yo… no, nada. ¿Por qué? ¿Sabes algo de papá?
—No, pero llego a tu casa y te escucho gritar como desesperada.
Momento… ¿qué?