Capítulo 91. La Alegría y la Sombra Inesperada
Ramiro permaneció sentado en el asiento de cuero del Audi. El motor seguía apagado. Sus manos, que aún conservaban la memoria del volante, ya no temblaban por la excitación nerviosa, sino por un torrente de emociones contradictorias que nunca antes había permitido aflorar.
Había presenciado la verdad: Aura no solo estaba viva, sino que estaba triunfando en sus propios términos. Y lo más impactante no fue el golpe de la culpa, sino la emoción que lo inundaba: alegría genuina.
Se quitó las gafas de sol, frotándose el puente de la nariz. El hombre que había entrado en la Academia Zenith no era el campeón arrogante obsesionado con el ranking; era un simple testigo conmovido.
— Te lo mereces, fantasma —murmuró Ramiro, la voz apenas audible, pero firme—. Te mereces ese jodido Zenith. Y la luz. Y la paz.
Era una sensación que lo desconcertaba. Una punzada dulce de orgullo y una punzada amarga de pérdida. Nunca había sentido esa clase de amor. Con Aura, la alegría de verla radiante superaba,