Capítulo 55. El Precio del Silencio
El silencio fue un puñal.
Antes de que León pudiera reaccionar por completo, un dolor agudo y punzante se disparó a lo largo de su hombro derecho. El cristal del parabrisas, justo delante de él, había estallado en una telaraña de fracturas, y un fragmento de vidrio más grande se desprendió con un tintineo sordo sobre el capó. La bala no había impactado de lleno, sino que había rozado, dejando un rastro ardiente y superficial, pero suficiente para hacerlo gemir y obligarlo a soltar el volante.
—¡León! —El grito de Aura fue un hilo roto, una mezcla de dolor y terror al ver la sangre brotar de la herida.
León no contestó. Su mente, a pesar del dolor, se había encendido en un foco brutal de adrenalina. Danilo tenía que caer ahora.
Abrió la puerta de su lado con un empujón violento y se tambaleó fuera del auto. El hombro le ardía, la sangre le empapaba ya la manga de la camisa, pero lo ignoró. Sus ojos, ahora más oscuros que el hollín, se fijaron en el punto donde la pistola había rodado.