Ella fue... lo más importante en tu vida
Axel había pasado la noche en vela, planeando cada detalle. Esperó con paciencia el cambio de turno de los enfermeros para escabullirse por los silenciosos corredores del hospital y llegar, casi en secreto, a la habitación donde Freya se encontraba internada.
Apenas abrió la puerta, se detuvo un instante, conteniendo la respiración. Freya yacía semidespierta, los ojos entrecerrados y el rostro bañado por la luz tenue de la lámpara de noche. Al percibir la silueta de Axel, parpadeó con esfuerzo, confundida por el sueño.
—¿Ar... Axel? —su voz sonó ronca, y por un momento creyó que era solo otro espejismo, una jugarreta de su mente cansada. Cerró los ojos, dispuesta a dejarse arrastrar de nuevo por el sueño, hasta que escuchó su voz, clara y real.
—Freya —susurró él, con la voz cargada de una súplica silenciosa.
Freya abrió los ojos de golpe, incorporándose ligeramente sobre la almohada. Su corazón latía con fuerza, entre la sorpresa y la incredulidad.
—¿Axel? —preguntó de nuevo, con un