Capítulo 46. El mensaje

Desde hace horas nos hemos estado moviendo. Cada minuto aquí, entre mapas, claves y rutas, es poner en peligro la vida de mi reina. Estoy loco por salir, por romper puertas y arrancarla de esas sombras, pero no puedo permitirme entrar sin estrategia. Giordano quiere que llegue ciego, rabioso, y muerda el anzuelo. Yo voy a llegar quirúrgico. Voy a llegar letal.

Enzo despliega por quinta vez los croquis de la dársena vieja: perímetros, ángulos muertos, cajas apiladas que pueden servir de cobertura. Raffaele afila el cuchillo sobre una tira de cuero, sin prisa, como si cada paso del filo fuera una cuenta atrás. Yo camino entre la mesa y el ventanal; el reloj me taladra las sienes. No hay silencio: hay gotas de tiempo golpeando adentro de mi cráneo.

El teléfono de Enzo vibra una sola vez. Un pitido sordo, la luz breve de la app encriptada. El aire cambia. Enzo abre el mensaje y su mandíbula se tensa. Me mira.

—Habla —ordeno.

Lee despacio, como si masticara vidrio.

—Es Carlo. «Vittorio dij
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