58. La noche sin máscaras
Dante
La casa segura cruje distinto cuando muevo los pasillos. Hoy respira bajo, con candados cambiados y sombras que obedecen. Entro sin avisar. Alessia me espera en el estudio, dos sobres gemelos sobre la mesa y un catálogo abierto por una tipografía que parece decir la verdad bonita.
—Llegaste.
Cierro la puerta. Los sobres son iguales a ojos cansados; a ojos vivos, no. Uno tiene una X escondida en el reverso; el otro, un círculo. No pregunta primero: espera.
—Hice una prueba —dice, sin voz de triunfo—. Círculo para Raffaele. X para un mensajero.
Pongo sobre la mesa mis propias mentiras: cinco papeles con rutas falsas. Solo cambian la hora, el portón, la placa. Señalo una: Sur 11, 02:40. Allí, anoche, Roselli estuvo donde no debía estar, porque alguien le abrió la puerta con mi llave.
—También probé —digo—. Y mordieron en Sur 11. No por suerte.
—Yo oí las palabras «altar» y «ruta chica» en el pasillo —responde—. Punto rojo en el borde del bolsillo. Depósito de llaves. Eso fue lo que