Celeste.
La música sonaba suavemente en el fondo mientras la fiesta de Damián continuaba. Yo agarré un vaso de jugo en la mano, me había alejado de la multitud junto a Marcela, ya que no habíamos hablado durante todo el día.
Disfrutaba de una charla tranquila en uno de los rincones más apartados del salón. Las luces tenues reflejaban el brillo de la decoración, y los murmullos de conversación llenaban mis oídos todavía.
—Es difícil alejarse lo suficiente para centrarnos en lo nuestro —dije, bebiendo un sorbo de jugo.
—Es porque hay demasiada gente. Todos quisieron venir al cumpleaños de Damián. La sala está a tope —se quejó, en un resoplido cansado.
—Me alegra que hayas venido, así distraes tu mente.
—No te preocupes. Ya retomé mi trabajo, tampoco iba a encerrarme en mi cabaña para toda la vida —comentó, apoyándose de la pared—. ¿Y tú? ¿Todo bien con el bebé?
—Ah, todavía no sé cuántas semanas tengo… —Me mordí el labio—. Estoy esperando a que Kael agende una cita con Sebas.
—A