Kael.
El aire estaba impregnado con la esencia de Celeste, pero había algo más… de repente me llegó un aroma nuevo, fue tan poderoso que me aceleró el corazón. Era lo que tanto estuve esperando durante esos días, desde que vi a Celeste vomitar por su comida favorita.
—Ya puedo sentirlo… —susurré.
Mi cuerpo respondió antes de que pudiera darle sentido, y el impulso de encontrar a Celeste se volvió una necesidad inmensa para mí.
La emoción me carcomía por dentro. Era una mezcla de ansiedad, felicidad y un miedo que no terminaba de comprender.
¿Yo siendo papá? Jamás me imaginé en ese escenario, porque desde que me maldijeron, creí que sería imposible formar una familia.
Celeste cambió eso. La diosa me la envió para salvarme de la oscuridad y darme la oportunidad de ser feliz por fin.
Salí corriendo de la oficina, casi tumbé la puerta de un empujón con mi brazo. Las ansias de encontrarla me hacían temblar. Me dejé llevar por su dulce y a la vez amargo aroma.
En mi camino, me topé co