Celeste.
El comedor de la cabaña de Kael estaba sumido en una tranquila rutina. El sol del mediodía se colgaba por las ventanas.
La mesa de madera rústica crujía levemente cuando alguno de los presentes se movía, y el aroma de la comida recién servida flotaba en el aire, mezclado con las voces de cada integrante.
—Veo que te encuentras mejor —le dije a Damián.
Él aún llevaba vendas ceñidas sobre su torso desnudo. No usaba camisa desde lo que sucedió. Era un recordatorio de la herida que le había dejado el combate.
—Créeme, fue un hueco horrible y tuve suerte de salir con vida —resopló, llevó un gran bocado a su boca y así añadió—: S-Serena m-me ha cuidado bastante.
—No hables con la boca llena —Lo regañó Nolan.
Yo estaba sentada junto al beta y Damián movía distraídamente el tenedor sobre la ensalada en su plato, su expresión de hambre se hacía cada vez más presente.
—Ya vas a empezar con tus sermones de viejo —murmuró el joven.
Nolan, por su parte, parecía absorto en su prop