Celeste. Nuestro camino había culminado en un pueblo lleno de mujeres con ropa de época, era muy extraño. Nunca tuve que toparme con una bruja, así que me impactó ver que tenían aspectos femeninos notorios, y no narices puntiagudas, ni lunares prominentes en el rostro. —Vamos, una de ellas debe de guiarnos hasta su líder —comentó Kael. Sostuvo mi mano con ternura, y mi corazón se aceleró por completo al recordar el íntimo momento que tuvimos hace unos días. Pero, ¿qué éramos? ¿Luna y alfa? ¿Nada más? Sinceramente, yo quería oír palabras románticas de la boca de Kael, pidiéndome que fuera su novia. Claro que lo que hizo no estuvo mal, ya que me confesó sus sentimientos. —Kael —lo llamé por impulso, me tapé la boca cuando se detuvo. —¿Sí? —Frunció el ceño. —¿Q-qué somos? —cuestioné, directo al grano. Uff, cuánto valor tuve para decir esas dos palabras. Me quedé tiesa y quise que la tierra me tragara al ver su expresión confusa. —¿De qué hablas, Celeste? —Agarró mi mentón y ac
Celeste. —Dame tu mano —le pidió a Kael. El alfa estiró su brazo de mala gana al ver que Carolina tenía una pequeña navaja y la había limpiado con alcohol. Me preguntaba cómo la misma sangre de Kael podría evitar el control de Scarlet. Él arrugó la expresión cuando Carolina le hizo una raja en la mano. —Muy bien… solo tres gotas —indicó, con sumo cuidado de no pasarse. Le dio un trapo limpio para la herida, y yo me sentí inútil por estar mirando sin hacer nada. Me mordí el labio inferior. —¡Jala mata eternum! —Carolina gritó unas palabras que no entendí, y movió sus manos alrededor del frasco. Pronto, el agua se removió y mezcló todo como si fuera una licuadora, para al final escupir un humo gris producto de una pequeña explosión. —¿Qué fue eso? —Me asombré. —Es normal. Las pociones siempre hacen eso, significa que están listas —explicó con una sonrisa—. Ahora bebe. Le dio el frasco a Kael, quien veía el color rojo puro del agua con asco. A cualquier vampiro le hubiera enca
Celeste. Un nuevo día de entrenamiento llegó, y Kael se estaba comportando de forma normal después de lo que pasó en el río hace dos días… Y yo que no dejaba de pensar en eso, me costaba concentrarme. Los nervios los tenía a flor de piel. —Celeste, ¿me estás escuchando? Parpadeé. No había escuchado nada de lo que dijo. Me quedé tan absorta en mis pensamientos que recibí un suspiro cansado de su parte. —Eh, ¿me lo repites? —pedí, jugando con mis dedos. —La pelea contra el clan de vampiros será dentro de tres días —informó, con una mano en la cadera—. Hay que apuntar a su rey, y así los demás perderán su rumbo y no tendremos que preocuparnos. —¡Ah, sí! —Fingí haber entendido—. Este, sólo necesito que me recuerdes una cosa. ¿Por qué es que debemos pelear con ellos? Hice un puchero con mis labios. —El rey vampiro de ese clan nos amenazó. Cree que puede ganarme a mí y quedarse con mi territorio, y ganarse el respeto de los demás vampiros por matarme —se mofó—. Así que para evitar
Celeste. La luna del alfa siempre era vista como una mujer poderosa y sabia, así veía yo a mi madre. Me enamoré de un hombre fuerte y seguro de sí mismo, no tuve que esperar el vínculo de la diosa para saber que él sería mi mate. Iba a convertirme en la próxima luna en el futuro, a mis padres no les importó el poco poder que la diosa me otorgó. Nací siendo una omega, y mi fuerza nunca aumentó. El día de mi boda, llegué al altar sola, porque mi padre no aparecía por ningún lado. Se suponía que sería mi noche, pero terminó convirtiéndose en un completo infierno. —¿Cuánto más va a tardar? —preguntó el oficiante, moviendo el pie con impaciencia. Lo normal era que el novio estuviera en el altar mucho antes que la novia, sin embargo, me pasó al revés. Luther no aparecía, y tampoco vi a mi familia por mucho que buscara entre el público. —Lo siento, tal vez tuvo un pequeño inconveniente —reí con nervios. Dejé el ramo de flores a un lado. Recordé que mi madre salió de mi habitación cua
Celeste. Me desperté somnolienta y con un dolor punzante en el costado de mi torso. Cuando abrí los ojos, tenía varias vendas cubriendo mis heridas y me encontraba en una habitación desconocida. Las paredes eran de un color café puro, casi idéntico al tronco de un árbol. Las sábanas blancas cubrían mi cuerpo y una alfombra adornaba el centro de la habitación.De pronto, escuché voces detrás de la puerta. —¿Qué te he dicho de traer forasteros al pueblo? —cuestionó un hombre, parecía estar regañando a otro. —Estábamos explorando y la encontré gravemente herida. Sabes muy bien que ayudo con mi poder a todo el que puedo, sin importar de qué manada provenga —respondió una voz masculina más juvenil—. Además, llevaba un vestido de novia. Recién me di cuenta de que me cambiaron de ropa. Mis mejillas ardieron porque las únicas voces que escuchaba provenían de dos hombres. ¿Me habrán…?Negué con la cabeza. —Da igual, Damián. Sea mujer o hombre, está prohibido traer desconocidos a esta ma
Celeste. Después de haber superado a los guardias, tuve que esconderme en un armario lleno de productos de limpieza al ver que habían más vigilantes dentro del hogar. Sería difícil encontrar a Kael, y mucho más porque no tenía idea de cuál era su habitación, habiendo tantas… —¿Dónde están los imbéciles que deben cubrir la puerta principal? Son unos idiotas —masculló uno que parecía ser el líder, pues llevaba un traje diferente al de los hombres que engañé. Mi respiración se volvió lenta y pesada, porque apenas tenía visibilidad entre las rendijas del armario. Apreté los labios, nerviosa. —No lo sé, pero esto les va a salir caro —respondió otro. —Cuando regresen, despídelos. Es sumamente importante que nadie entre a este lugar en noches de luna llena —enfatizó la palabra “nadie”—. Es una orden de Kael. —Lo sé, jefe —Hizo una pose tipo militar—. Es la primera vez que pasa algo así. Me aseguraré de corregirlos. —Bien. Mordí mi labio, estuve a punto de romperlo cuando por fin se
Celeste. Después de un largo rato acostados en el suelo y abrazados, Kael por fin se levantó. Estaba sin camisa, mostrando su abdomen marcado y un pecho firme. El pantalón lo tenía rasgado, casi se le notaba el bóxer. Se asomó por la ventana y todavía era de noche, la luna apenas visible iluminó más la habitación. —Esto no debería de estar pasando —habló, cerrando de nuevo las cortinas—. ¿Por qué viniste hasta aquí? ¿Cómo supiste dónde encontrarme? Se cruzó de brazos, apoyando un pie sobre la pared. Mi corazón por fin se tranquilizó al ver que no quería matarme como lo sentí anteriormente. —Necesitaba hablar contigo y no tenía idea de que estarías justo en esta habitación transformado en una bestia salvaje —dije, con ironía—. ¿Qué fue eso? Porque hace un momento querías matarme. Su comportamiento inusual me aterraba. Kael dio unos pasos hacia delante y me extendió su mano, yo seguía sentada en el suelo. La tomé y me ayudó a levantarme. —Toma asiento —ordenó. La habitación est
Kael. Su mirada lo tenía todo: confusión, incredulidad, e incluso una pizca de esperanza en esos oscuros y brillantes ojos café. Esa mujer despertaba algo en mí que no lograba descifrar, tal vez con el tiempo lo haría. —Acepto —respondió, apenada—. Si es la única forma de poder ayudarme, lo haré. Tampoco suena tan mal. Eso era todo lo que necesitaba oír. —Puedes irte. —¿Estarás bien si me voy? ¿No volverás a transformarte? —Frunció el ceño. Su preocupación fue un choque eléctrico para mí—. La luna llena desaparecerá en la mañana. —Quiero comprobar si esto es real —Me crucé de brazos—. Puedes irte. La próxima vez será la prueba definitiva. —¿Vale? Caminó lentamente hacia la puerta, yo seguía con las cadenas de hierro apretando mis muñecas y tobillos como era costumbre. —No le cuentes a nadie sobre esto. Será nuestro pequeño secreto, al menos hasta que comprobemos que tu simple olor puede calmar mi maldición —ordené, viéndola con autoridad. Ella asintió. —Puedes estar tranqu