Celeste.
Kael me arrastró a su habitación para no perder la cordura. Ya me estaba acostumbrando a dormir junto a él durante esas noche, aunque nos dábamos la espalda en la cama.
—¿Por qué pagaste otra habitación? —Me crucé de brazos—. Si de todas formas me ibas a pedir que me quede contigo.
A veces él tomaba decisiones tontas.
—Quise que tuvieras tu espacio, pero… —Tragó saliva, un poco nervioso—. Ya me acostumbré a estar calmado durante las noches de luna llena. Me da miedo volver a sentir tanto dolor.
Su confesión fue tan sincera, que sentí mucha pena por él. Kael no era el villano, por muy frío que se comportara. Apreté los labios y me senté a su lado en la orilla de la cama.
—No te dejaré solo, Kael —Agarré su mano de imprevisto. El calor que me compartió su piel me hizo estremecer—. Somos un equipo ahora. Tú me estás ayudando, y yo a ti.
Kael giró su rostro para mirarme a los ojos. Sus iris tenían una tonalidad parecida a la miel y hacían que se viera perfecto por su largo