Celeste.
Habíamos llegado al dichoso bar todo polvoriento del que me habló Kael. Dejamos nuestras maletas en un hotel cercano hace un día.
—¡Kael! ¿Cómo has estado? —Un hombre vestido de traje y una barba larga lo saludó.
—Espero no haya problemas en que ellas estén presentes —Nos miró de reojo.
—Para nada —El hombre pasó un trapo por una mesa polvorienta y nos dio sillas—. Pensé que nunca volvería a verte. Recuerdo lo joven que estabas cuando viniste la última vez.
Había luna llena esa noche, por lo que Kael no me despegaba de su lado y parecíamos una pareja de enamorados. Mis manos estaban temblando por su cercanía, y supe que Samanta lo notó por la mirada pícara que me lanzó.
—Bueno, ¿Quieres revivir el bar? —preguntó, juntando ambas manos sobre la mesa.
—Así es, Jack. No tenemos una fuente estable de ingresos, ya que hay cierto alfa aniquilando a todos… —murmuró Kael, casi golpeando la mesa con su puño.
—Uh, peleas de criaturas. ¡Bueno! Soy el hombre indicado —Se señaló a s