Celeste.
Ya íbamos a ir a la ciudad y Kael no me soltaba. Su abrazo me hacía sentir segura, como si tuviera una manta protectora gracias a él.
—¿Todo el día, Kael? —intervino Marcela, viéndonos con una mano en la cintura—. Se nos hará tarde. Tenemos que llegar a la ciudad para mañana —Vio su celular.
—Dame un minuto más —pidió Kael, inhalando mi cabello.
Agarró mis mejillas con la palma de sus manos y me besó la frente, la nariz, las mejillas y por último la boca. Kael había cambiado muchísimo desde que lo conocí.
Gracias a nuestra relación, se volvió más cariñoso conmigo y seguramente le dolería separarse de mí. El lado bueno era que la próxima luna llena sería en tres días y sí me daría tiempo de llegar a sus brazos para evitar lo peor.
—No puedo creer que me hayas puesto a Oliver de niñero —refutó la pelirroja, mirándolo de pies a cabeza—. ¿Estás bien con eso? —Le preguntó a Oliver.
Él simplemente se encogió de hombros, sin mostrar ninguna expresión. Kael me había dicho que