31. ¡Mamá!
—Bien. —Damian se cruzó de brazos, observándola con una intensidad que le hizo contener la respiración—. Ahora dime la verdad, Abigail… ¿Quién eres realmente?
El silencio que siguió fue denso, casi asfixiante. Isolde no apartó la mirada de él, aunque por dentro su mente ya estaba trabajando a toda velocidad. Sabía que tarde o temprano esta conversación iba a llegar. La pregunta no la sorprendía, pero la forma en que Damian la había soltado sí. No sonaba como un simple interrogatorio, sino como una advertencia.
—No entiendo a qué te refieres —respondió con calma, aunque por dentro estaba alerta, cada fibra de su cuerpo en guardia.
—No juegues conmigo. —Damian dio un paso hacia ella—. Tu actitud, la manera en que manejaste la situación allá dentro… no eres una hembra cualquiera.
—¿Esperabas que me escondiera detrás de ti, temblando? —Isolde dejó escapar una risa baja y se cruzó de brazos.
—Esperaba que, al menos, te afectara. —Damian ladeó la cabeza, evaluándola con una mirada afilada—