Capítulo 8.

Ya había conocido a la pequeña ave mascota de la Luna Suprema en alguna ocasión de los últimos años, pero no esperaba verla... enorme.

No era de extrañar que algunos Renegados no pudieran con ella. Los cachorros ni siquiera querían acercarse por temor a que se los comiera.

Por la noche, justo como lo dijo, empezó mi entrenamiento.

No sabía qué esperar, pero definitivamente el cargar enormes rocas y llevarlas de un lado al otro del territorio no fue predecible.

Ese fue el primero de mis entrenamientos en el infierno.

Bueno, ciertamente creí que no podría dormir nuevamente, así que agradecí que prácticamente mi cuerpo se apagara al tocar la almohada.

Al día siguiente me obligué a despertar aunque mi cuerpo me gritara que estaba loca.

Había mucho que hacer, como por ejemplo, coordinar a la señora Bib para las siguientes comidas, las lecciones de los cachorros y cosechar algunas provisiones para el invierno.

El Alfa Supremo me había dado el tiempo justo para que le demos
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