Un ave.
Un ave volaba por el cielo rumbo al Norte.
Ya había estado en ese lugar antes, un lugar en el que se sentía segura.
Voló y voló por días solo haciendo pequeñas pausas para alimentarse, tomar agua y acicalarse.
Al llegar a su destino, ella buscó a aquél lobo que podía comunicarse con ella.
Lo encontró sentado frente a un río.
Chilló avisando su presencia y descendió de los cielos. Sus patas tocaron el suelo y aleteó para estabilizarse.
-Ha pasado un tiempo, pequeña. - Dijo con voz profunda aquel lobo.
El ave volvió a chillar.
-No sé qué tipo de consejo puedo ofrecerte. Soy solo un ser que no puede morir.
El ave dió un chillido más.
-No, tampoco tengo familia.
El ave se acercó con pequeños saltos hasta una de sus patas y restregó su cabeza.
-Ah, el consuelo de un ave. Era lo que necesitaba. - Dijo con un suspiro. - ¿Te quedarás de nuevo allí?
Por toda respuesta, el ave voló de nuevo hacia un sitio oculto por un gran árbol.
La entrada de la cueva no era perc