capítulo 28.

Parpadeé con confusión y volví a mirarlo.

-¿Que tú qué?

-Soy un peligroso Renegado. - Dijo bajando su instrumento y comenzando a acercarse un paso a la vez. - Muy, muy peligroso. Quisiera que me ayudaras a dejar de serlo.

-Uh... no estoy entendiendo.

Se rio y de pronto estuve entre sus brazos.

-Te extrañé, Deb.

Cerré los ojos y lo abracé con fuerza.

- Y yo a tí. ¿Qué es todo eso de ser Renegado?

Se separó un poco para mirarme a la cara.

-Pues... eso. No tengo una manada. Necesito a alguien que me salve de ir por el mal camino y, bueno, pensé que quizá en tu manada habría un lugar para mí.

No le contesté y su rostro cayó.

Se separó de mí y dejó su instrumento sobre el suelo para rascarse la cabeza.

-Uh... quizá debí preguntar antes de quedarme sin manada, ¿No es así?

-Las preguntas las hago yo, forastero.

Eso cerró su boca.

Di un par de vueltas a su al rededor mirándolo de arriba a abajo.

-Tienes buenos músculos. ¿Qué hacías en tu anterior manada?

-Lo
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