Narra Maxwell Donovan
El frío se había esfumado por completo, no existía mientras la tenía a mi lado y sin embargo no pude dormir en toda la noche.
Me quedé despierto, contemplándola, ese vaiven de su pecho al respirar, acaricié con sumo cuidado sus cabellos enmarañados, esos que me había dicho tanto la torturaban de su imagen, pero a mí me parecían más que perfectos.
No pude evitar esbozar una sonrisa, porque al fin la vida me daba indicios de que las cosas comenzarían a funcionar entre nosotros, claro que no podía cantar victoria del todo, no hasta que ambos pudieramos renovar por completo nuestras rotas vidas, hasta que dejáramos de huir del parásito que teníamos anclado… mi hermano Nate.
Mi vista se quedó fija en alguna parte del techo y comencé a recordar aquella tarde en que Leah me buscó con la mentira de ser Cassandra, que quería arreglar las cosas conmigo ¿Cómo pude caer en esa mentira? Esa mujer me tenía más estudidado de lo que pensaba, pude haberme enojado, pero decidí que