Luego de trabajar como esclava para la princesa durante toda su vida, Elaine encuentra la oportunidad de escapar de ella. Sin embargo, para hacerlo debera hacerse pasar por la princesa y casarse con el principe cruel del reino enemigo. Los peligros la rodean, y un paso en falso hara que el la descubra.
Leer másUn par de brazos la sujetaron con violencia, imposibilitándole cualquier tipo de movimiento de escape.
—¡Quítenle la ropa y regístrenla hasta que aparezca el anillo! — ordeno la princesa con un tono que parecía el gruñido de algún animal.
Los guardias no vacilaron ni un instante al oír la orden, de forma veloz ellos comenzaron a arrancarle la ropa a Elaine, dejando su cuerpo medio desnudo, expuesto ante los perversos ojos depredadores que acechaban aquella corte de pesadillas.
Despojada de todo calor, humillada y expuesta a las burlas y abusos de los miembros de aquella corte de pesadillas, Elaine comenzó a llorar.
Al ver sus lagrimas derramarse por aquellas mejillas perfectas, la princesa encolerizada abofeteo el rostro de su sirvienta.
—Lo lamento, su majestad—logro articular con dolor Elaine, sintiendo como el gusto a hierro, propio de la sangre, se apoderaba de su sentido del gusto—, pero yo no tomé el anillo.
—¿Insinúas que me equivoco? —siseó la princesa de cabello dorado y mirada gris con rabia, apretando sus dientes con fuerza dejándolos a punto de estallar.
¿Qué se suponía que debía responder ella en ese preciso instante?
La princesa Amanda, del reino de Mydgret era arrogante, narcisista, caprichosa, egocéntrica, petulante y extremadamente cruel, en especial con Elaine su sirvienta personal, a quien disfrutaba atormentar día y noche.
Al parecer, aquel día la princesa se encontraba de un carácter mucho peor de lo normal. Si los rumores eran ciertos, el motivo era que el rey había perdido la guerra contra el reino de Asgard, y para no entregar su corona había logrado llegar a un acuerdo con su enemigo. Esa misma noche, la princesa seria enviada en un carruaje al reino enemigo para casarse con el príncipe.
Un príncipe, que según decían, era tan hermoso como cruel. Era sabido en todos los reinos del continente que él había asesinado a sus anteriores esposas por simple deseo y capricho.
Lo más probable, era que la princesa Amanda acabara en iguales circunstancias que sus esposas anteriores, lo cual, según Elaine, sería una especie de justicia divina por todos los años de tortura que le había infligido a ella y otros miembros de la servidumbre.
Ante ese pensamiento, a Elaine le resultó imposible reprimir una sonrisa escueta que se apodero de sus comisuras, alzándolas de forma instantánea de manera fugaz y casi inadvertida.
Pero esta reacción no pasó desapercibida por la princesa, quien estaba alerta esperando cualquier miserable excusa para exponerla y torturarla.
—¡¿Te estas burlando de mí?!—escupió con el tono propio de una bestia, mientras su rostro redondo y enrojecido se volvía aún más rojo de lo que ya estaba.
—Lo lamento princesa, son los nervios por estar ante su magnificencia—se excusó ella con cierto temor, deseando que aquella mentira sonara creíble.
Pero aquello había sido suficiente para sentenciar a la humilde sirvienta. Era sabido que la princesa odiaba a Elaine desde que eran niñas, desde ese entonces parecía haber desarrollado una especial predilección por torturarla de formas inconcebibles
Con sus ojos grises convertidos en dagas afiladas, la princesa Amanda roto levemente su rostro, dirigiéndole una leve mirada a uno de los guardias allí presentes.
—¡Traigan un látigo!—rugió la princesa—. Yo misma la castigare.
Ante aquellas feroces palabras, Elaine tembló aterrada, mientras se sacudía con brusquedad entre los brazos de sus captores, desesperada por escapar de su cruel destino.
Sin embargo, en el preciso instante en el que uno de los guardias coloco un látigo en las manos de la cruel princesa, las puertas del salón se abrieron y un hombre ingreso al lugar.
Aquel hombre, mano derecha del rey, se aproximo a la princesa y susurro unas palabras en su oído. Palabras que todos los que estaba allí cerca lograron oír, incluida Elaine.
La guerra había acabado; para conservar su corona el rey había acetado desposar a su hija con el hijo de su enemigo. La princesa viajaría ese mismo día al otro reino para unirse a su enemigo en matrimonio.
El terror se plasmo en el rostro de la princesa Amanda, mientras contemplaba las miradas expectantes de su corte. Forzando una sonrisa en sus labios y volviendo a centrar su atención en la atemorizada Elaine dijo:
—Tienes suerte de que soy una princesa compasiva, pero que te quede bien claro que hoy tu patética e insignificante existencia es perdonada por mi voluntad—.
Con arrogancia y suficiencia, la princesa se dio la vuelta y comenzó a caminar detrás del hombre que acababa de llegar, perdiéndose de su campo visual demasiado rápido.
Una vez que Elaine se aseguró de que la princesa no volvería a aparecer, comenzó a vestirse con la mayor velocidad que pudo, utilizando los trapos viejos y sucios que ella llamaba vestido para cubrir su cuerpo expuesto. Rápidamente, al no poder seguir viendo a la mujer medio desnuda, la mayoría de los miembros de la corte comenzaron a disiparse, volviendo a sus nidos de víbora. Solo los más pervertidos de ellos quedaron pululando cerca de allí, aguardando su momento para abordarla.
Elaine necesitaba escapar de allí cuanto antes, mientras luchaba por colocarse las prendas lo más rápido posible, su mente astuta y vivaz había trazado un mapa mental para huir lo más rápido posible.
Aun así, en la lejanía, la hermosa mujer de cabello negro como la noche logro escuchar unas palabras, antes de que el viento las arrancara lejos de su alcance.
—Al parecer, la princesa se prepara para emprender su viaje hacia Asgard—murmuro una mujer de nariz crispada—, pobrecita, pronto tendremos noticias de su muerte prematura.
>Bien< fue lo único que pensó Elaine, mientras ataba el ultimo listón de su vestido.
Sin demorarse un solo segundo más, ella comenzó a alejarse del lugar con grandes zancadas, intentando perderse lo más rápido posible de las miradas de los hombres de ese lugar, los cuales se posaban sobre su cuerpo como si aun fueran capaces de ver la piel debajo de la tela.
Algunos de ellos, los que más temor infundían a su corazón, comenzaron a seguirla con pasos veloces. La corte, para ella, era una pesadilla constante la cual parecía no tener fin aparente, colmada de bestias y monstruos que fingían ser humanos.
>Pasará un tiempo hasta que se olvide lo que ocurrió aquí< se dijo a sí misma con cierta tristeza, mientras seguía avanzando por los pasillos del lugar, deslizándose entre las personas, intentando parecer un fantasma inexistente para mezclarse entre las sombras, tal como había aprendido a hacer con el correr del tiempo.
El mantener su virginidad intacta se había convertido en una verdadera hazaña, algo casi imposible y de lo que ella misma se sentía orgullosa. Aquello era un recordatorio de la fortaleza que habitaba en su interior por ser capaz de luchar contra aquellas bestias sin alma ni corazón cada día de su vida.
Los murmullos y el pánico de los miembros de la corte eran tangible, todos estaban aterrados ante la idea de una invasión por parte del reino enemigo.
Elaine aprovecho aquello como su oportunidad para deslizarse lejos de todos sin llamar demasiado la atención, escabulléndose lejos de aquellos hombres que con solo mirarla le decían que le darían problemas.
Si debía ser sincera, a ella le daba igual quien sostuviera la corona en su cabeza, al fin y al cabo, todos acababan siendo reyes o reinas crueles o corruptos.
Todos menos la difunta reina, o al menos eso es lo que Korra, su tutora, le había contado ya que la reina murió tiempo antes del nacimiento de ella.
Korra, el simple pensamiento del nombre de aquella mujer alivio el orgullo malherido de la sirvienta, al fin y al cabo, estaba segura de que su tutora tendría las palabras perfectas para consolarla, al menos siempre era así; con una pequeña sonrisa esperanzadora, Elaine se deslizo lejos de las miradas de los miembros de la corte, logrando encontrar finalmente un refugio pacifico alejado de todos los presentes.
El pasillo era más estrecho de lo habitual, puesto que solo era utilizado por los miembros de la servidumbre en el horario del almuerzo o cena, por ese motivo estaba completamente vacío… o al menos eso creyó en un principio.
Mas pronto que tarde, en la lejanía ella vio una silueta extremadamente familiar. Con una sonrisa cansada tirando de sus comisuras, Elaine apresuro el paso, intentando alcanzar a Korra antes de que esta se alejara demasiado.
Cuando finalmente la mujer que le doblaba la edad se detuvo, ella soltó un pequeño suspiro de alivio, creyendo que al fin la había visto. Pero Korra no se volvió hacia ella, sino que se volvió hacia un costado antes de deslizarse detrás de una puerta.
El corazón de Elaine se saltó un latido, mientras seguía caminando por inercia hacia el sitio donde su tutora se había deslizado.
Todo parecía tan irreal y mágico. Elaine no acababa de creer que eso fuera real, que todo en verdad estuviera ocurriendo.La princesa esperaba en su cuarto, sonriendo a nadie realmente con lagrimas en sus ojos.El sonido de pasos resonó, y al cabo de algunos minutos ingreso Damino del cuarto de baño, con solo unos calzoncillos puestos mientras que su cabello seguía desprendiendo pequeñas gotas de agua que salpicaban todo a su paso.Al observarlo, Elaine no pudo evitar llorar nuevamente. Esta vez, el príncipe se acerco a ella, mientras besaba tiernamente sus labios y luego su cabeza, elevando su menton para que lo mirara a los ojos.—Estoy aquí—dijo el con una sonrisa en sus labios—, volvi a ti.—Te crei muerto—susurro ella, sin poder apartar sus ojos de los de el.La sonrisa de Damino se suavizo, mientras depositaba un beso en sus labios para luego sentarse junto a ella en la cama.—Lo lamento… estaba reuniendo la información necesaria para arreglar las cosas aquí—explico el con tran
Elaine trago duro, mientras sostenia con firmeza su mirada al frente. No se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo a su alrededor, ciertamente el mundo bien podría haber dejado de girar.—Elaine, respira—le dijo Fenrryr al oído, mientras se inclinaba delicadamente hacia ella, sujetándole la mano, intentando traerla de regreso al mundo de los vivos.La princesa parpadeo, volviendo a la realidad. Frente a ella, las personas vitoreaban y silbaban a medida que los caballeros iban ingresando. Todos con escudos y títulos nobiliarios, representando a sus casas y sus estandartes.—Gracias—fue lo único que ella dijo en respuesta, mientras se obligaba a si misma a sonreírle a la gente, aunque el espíritu de la victoria no estaba en ella.Fenrryr no le quito la mano de encima, el sabia perfectamente que necesitaba de su apoyo y eso estaba haciendo. Elaine necesitaba un amigo, ahora mas que nunca, y el no le fallaría a ella… no le fallaría a Damino.Ambar habia sido encerrada y sentenciada a muer
Ambar:Ella estaba acomodando las ropas de dormir de una habitacion inutilizada. Aquello le parecía absurdo y una verdadera perdida, no solo de tiempo valioso, también de recursos. Pero las costumbres en el castillo eran esas, y ante las viejas costumbres habia muy poco que hacer para anteponerse.Cansada y fatigada luego de un largo y extenuantemente duro dia de trabajo, lo único que podía pensar era en retirarse a su cuarto en un par de horas. No soñaría, cuando estaba tan agotada rara vez lograba concebir algún sueño o pesadilla.Evitando pensar en la tristeza que aquello le generaba, ella simplemente doblo la ultima prenda de noche que le quedaba antes de dejar todo perfectamente acomodado a los pies de la cama y volverse hacia la entrada, con la esperanza de que su dia culminara.Pero ese no fue su destino.Alli, de pie en el umbral de la entrada se encontraba Azriel, observándola con aquella mirada especialmente repugnante. No necesitaba dar un paso o decir una sola palabra para
Elaine se atraganto al escuchar aquella noticia, mientras enderezaba su espalda y clavaba la mirada al frente. El rey en persona habia ido a darle aquel informe, con la esperanza de otorgar un poco de paz al alma devastada de la princesa.Sin embargo, muy lejos de concederle paz, aquella noticia le destrozo el corazón. Una semana, en una semana ella tendría que sepultar todos sus sentimientos hacia Damino, ella tendría que enterrarlo todo para poder seguir adelante.—¿Qué opinas, princesa?—dijo el rey al otro lado de la mesa, con una sonrisa en sus labios que no lograba iluminar sus ojos oscuros por la tristeza.Elaine se atraganto dos veces con sus propias palabras. Sin lugar a dudas no podía decir lo que pensaba al respecto, no sin ser expulsada de la corte o recluida en su habitacion… aquella idea no le desagradaba en lo absoluto, pero sin lugar a dudas necesitaba estar allí presente para ganar la mayor ventaja posible.—Creo… que es una idea maravillosa—se obligo a decir Elaine, e
Azriel: —Por Damino, por Marcos… por nuestro felices por siempre. Has que paguen. El capricho del hombre tiene un precio, y tu debes cobrárselo.—dijo Ambar, con un odio que era descomunal. Azriel escucho cada una de sus palabras, sintiendo como la sangre en sus venas se convertia en hielo. El la habia cagado de una manera desmesurada. Se habia dejado engañar por Ambar, por la m*****a criada. Se habia dejado seducir por ella, olvidando por completo todo lo que el le habia causado; jamás debió olvidarlo, de haber tenido presente aquello ella jamás lo habría logrado tomar por sorpresa. Ahora todo se habia ido al maldito demonio, ella le habia contado toda la verdad a Elaine, ella ya no volvería a confiar en el… a menos que actuara rápido. Azriel, y su astuta mente de zorro, se pusieron manos a la obra, mientras una leve sonrisa afloraba sus labios. Tenia que trabajar rápido, de un modo astuto y sin pie a fallo posible. Quizas, con un poco de suerte e ingenio el lograría matar tres pá
Damino abrió los ojos lentamente, el se encontraba recostado en una cama de paja, con una gaza cubriendo su brazo. Le costo demasiado comprender donde estaba y lo que le habia ocurrido, hasta que finalmente, su mente comenzó a liberarlo de aquel estado latente de bruma.Fue recien entonces cuando noto que no estaba solo, sino que se encontraba en compañía de alguien mas. Una anciana estaba allí, observándolo directamente a los ojos con total atención.—Finalmente despiertas, príncipe—dijo la anciana con una sonrisa arrugada—. Dormiste demasiado… creo que tu mente necesitaba descansar incluso mas que tu cuerpo.Damino se medio sento, mientras observaba a la mujer a los ojos. El lugar era pequeña pero acogedor, si se dejaba de lado el mal olor que parecía putrificar todo el ambiente.—¿Quién eres?... ¿Dónde estoy?—pregunto el príncipe con los labios apretados.No fue hasta ese segundo en que el noto que el dolor que previamente habia poseido sus sentidos ahora simplemente se habia desv
Último capítulo