Todo parecía tan irreal y mágico. Elaine no acababa de creer que eso fuera real, que todo en verdad estuviera ocurriendo.
La princesa esperaba en su cuarto, sonriendo a nadie realmente con lagrimas en sus ojos.
El sonido de pasos resonó, y al cabo de algunos minutos ingreso Damino del cuarto de baño, con solo unos calzoncillos puestos mientras que su cabello seguía desprendiendo pequeñas gotas de agua que salpicaban todo a su paso.
Al observarlo, Elaine no pudo evitar llorar nuevamente. Esta vez, el príncipe se acerco a ella, mientras besaba tiernamente sus labios y luego su cabeza, elevando su menton para que lo mirara a los ojos.
—Estoy aquí—dijo el con una sonrisa en sus labios—, volvi a ti.
—Te crei muerto—susurro ella, sin poder apartar sus ojos de los de el.
La sonrisa de Damino se suavizo, mientras depositaba un beso en sus labios para luego sentarse junto a ella en la cama.
—Lo lamento… estaba reuniendo la información necesaria para arreglar las cosas aquí—explico el con tran