Capítulo 17. Posesión en la mirada
La habitación estaba en penumbras, iluminada solo por la luz tenue que se colaba por los ventanales del penthouse. Afuera, la ciudad de Buenos Aires parecía ajena al mundo que Edgardo y Rebecca construían dentro de esas paredes. Todo lo demás se difuminaba; lo único real eran ellos dos, enfrentados otra vez por un fuego que no sabían cómo apagar.
Rebecca estaba recostada contra el borde del sofá de terciopelo oscuro, con los brazos cruzados bajo el pecho. Llevaba una camisa blanca de Edgardo, ligeramente abierta, dejando asomar la piel de su clavícula. Tenía la mirada desafiante, como si disfrutara del torbellino que su presencia había causado.
Edgardo, de pie frente a ella, aflojaba lentamente el nudo de su corbata. Su expresión era una mezcla peligrosa entre deseo contenido y rabia mal disimulada.
—¿Te divertiste esta noche? —preguntó él, con la voz ronca, y cargada de una tensión apenas contenida.
—¿Te refieres a cuando Elías me ofreció otra copa o cuando tú decidiste ignorarme