Una tarde, Natalia invitó a Mery a los ensayos del desfile. Sabía cuánto disfrutaba su amiga ese mundo; Mery no soñaba con ser modelo, sino con vestirlas, con ver sus diseños brillar sobre la pasarela. Su sueño era convertirse en diseñadora de moda y trabajaba incansablemente para lograrlo. Tras pasar toda la mañana en el lugar, entre luces, telas y música, ambas salieron agotadas pero animadas. Decidieron dar un paseo por Central Park, buscando aire fresco y un rato de calma.
—¡Naty, te veías fabulosa sobre la pasarela! —exclamó Mery, aún emocionada—. Yo siempre supe que tú eras diferente, amiga. Que algún día ibas a triunfar... y mira, ¡de qué manera lo has hecho!
Natalia bajó la mirada con una sonrisa tímida y negó suavemente con la cabeza.
—Yo no soy diferente, Mery. Qué cosas dices —respondió, restándole importancia a sus palabras.
—¡Claro que sí! —insistió Mery, gesticulando con las manos, como si no pudiera aceptar un no por respuesta—. Aunque lo niegues, siempre lo supe. Tú nu