Natalia cerró los ojos con fuerza. El mundo seguía desmoronándose a su alrededor, pero en aquel abrazo encontró una tregua, un refugio. A pesar de la angustia, no pudo evitar que el estómago le revoloteara con aquella cercanía. Alessandro tenía ese poder devastador: hacerla sentir a salvo y al mismo tiempo, temblar.
Desde ese día, Alessandro no se apartó de su lado. Contrató a los mejores especialistas, instaló un equipo médico permanente y convirtió la recuperación de Rosa en su prioridad. Para Natalia, su presencia fue como un bálsamo. Descubrió en él una ternura inesperada, una paciencia infinita y un cuidado tan constante que derribaba poco a poco las defensas que ella había levantado.
Cuando, por fin, Rosa salió de la UCI y los médicos autorizaron su alta, Natalia preparó todo para trasladarla de nuevo a Chelsea. Sin embargo, Alessandro volvió a sorprenderla.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Natalia al verlo aparecer en el hospital ese día. No llevaba traje como siempre, sino unos vaq