Capítulo 32

Alessandro llegó a la villa entrada ya la tarde. El aire estaba tan quieto que parecía que la casa contenía la respiración. Todo permanecía en una calma inquietante, demasiado silenciosa para su gusto. Subió las escaleras con paso pesado, cada peldaño aumentando la presión en su pecho. Al pasar frente a la habitación de Natalia, notó la puerta cerrada de par en par, como un muro que lo excluía.

Un malestar punzante se le instaló en el estómago. Uno de sus sirvientes ya le había advertido que ella no había salido de la recámara en todo el día. Ni siquiera quiso hablar con Ofelia. Ese detalle le revolvió la sangre: Natalia no era de las que se encerraban, y mucho menos de las que rechazaban la compañía de la leal ama de llaves.

Se detuvo frente a la puerta. Acarició el pomo con la mano, como si al tocarlo pudiera atravesar la barrera invisible que ella había levantado. Tocó suavemente al principio, casi con cuidado de no asustarla, luego un poco más fuerte, esperando escuchar el sonido
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