—Aquí está Rosa. —le dijo Mery, señalando el enorme edificio que tenían enfrente.
—¿Aquí? —preguntó Natalia, con una mezcla de asombro y confusión, sus ojos escaneando la imponente estructura, buscando alguna señal de lo que podía estar sucediendo dentro.
—Sí. —Mery asintió, con una ligera sonrisa. —Tu abuela fue trasladada desde Chelsea hasta aquí. Está siendo atendida por los mejores especialistas.
Natalia sintió cómo una oleada de alivio la invadía, y sus ojos se llenaron de lágrimas al escuchar que Rosa estaba en buenas manos. Esa era la única noticia que realmente le importaba.
—Gracias, amiga. —dijo Natalia, su voz quebrada por la emoción. —No sabes cuánto necesitaba oír eso.
—Ve, amiga. Yo no te puedo acompañar, tengo muchos trabajos pendientes, pero por favor, no desaparezcas de nuevo. —Mery la miró con ternura y un dejo de preocupación.
—No lo haré, ya todo ha vuelto a la normalidad. —respondió Natalia, sonriendo débilmente. Su rostro se suavizó, pero su mirada seguía cargada