Stefan
Morgan desvió la mirada por un segundo, como si la intensidad de mi pregunta la hubiera incomodado. Pero en lugar de retroceder, simplemente cambió de tema con la misma naturalidad con la que respiraba.—Creo que empezaré con un vino blanco —anunció, su voz ligera pero firme, mientras dejaba la copa de agua a un lado.Noté cómo la curva de su sonrisa se había suavizado, más controlada ahora, como si decidiera que no me daría el placer de verla reaccionar más de la cuenta. Esa terquedad suya era tan irritante como fascinante.—Vino blanco para la doctora, entonces —dije, levantando la mano para hacerle un gesto a uno de los camareros que rondaban discretamente la zona VIP. Al instante, un joven de traje negro se acercó con la mirada baja, atento a cualquier petición.—Tráele su mejor vino blanco. Que sea algo suave, elegante —le ordené, mi voz deslizándose con autoridad. Él asintió sin atreverse a replicar. No era una sugerencia, er