Stefan
Llegamos al restaurante más exclusivo de la ciudad. Las puertas de cristal se abrieron ante nosotros, revelando un salón amplio y sofisticado con paredes adornadas por obras de arte originales y lámparas colgantes que esparcían una cálida luz dorada. El suave murmullo de conversaciones refinadas se mezclaba con el delicado tintineo de copas de cristal.Nada más poner un pie en el vestíbulo, un hombre de cabello canoso perfectamente peinado y un traje oscuro impecable se acercó con la gracia profesional de alguien que conocía demasiado bien a sus clientes.Jean-Pierre, el maître del restaurante, un hombre de unos cincuenta años que llevaba décadas trabajando en lugares como este. Su mirada aguda y su sonrisa medida eran tan infalibles como su sentido del deber.—Señor Corsetti —saludó con una leve inclinación de cabeza, sus ojos escaneando rápidamente mi rostro antes de asentir con aprobación—. Su mesa está lista.—Perfecto —respon