Seraphine la contempló, su corazón golpeando fuerte. El colgante en su pecho latía con más fuerza, respondiendo al llamado.
Alaric apretó su mano con firmeza.
—Ya casi llegamos. Lo que sea que nos espere allí, lo enfrentaremos juntos.
Seraphine volvió su mirada hacia él.
—Juntos.
El carruaje siguió ascendiendo, llevándolos cada vez más cerca del secreto que habían perseguido.
Las puertas de Arkivum se alzaban enormes frente a ellos. Negras, puntiagudas, cubiertas de grabados antiguos que parecían venas de dragón enroscadas. Entre sus hendiduras brillaba una luz tenue, como si contuviera algo en su interior.
El carruaje se detuvo. Los caballos relincharon inquietos, rehusando acercarse más. Rafe bajó primero, sosteniendo las riendas, su expresión tensa.
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