Alaric consiguió derribar al último, desgarrando su cuello hasta que el cuerpo cayó y se deshizo en polvo oscuro.
El silencio regresó.
Rafe limpió la sangre negra de su rostro y soltó un largo suspiro. —No podemos seguir resistiendo así. Seguirán viniendo.
Liora miró a Seraphine con dureza, aunque no con frialdad. —Pero ya empiezas a controlarlo. Eso significa que aún no es tarde.
Seraphine bajó la cabeza, temblando todavía. Alaric subió de nuevo al carruaje, posando una mano en su hombro. —Lo hiciste bien. Supiste elegir cuándo liberar y cuándo contener.
Ella lo miró, pálida. —Tengo miedo, Alaric. Miedo de que un día ya no pueda detenerlo.
Él acarició su mejilla, con voz baja. —Si ese día llega, estaré allí. No dejaré que caigas sola.
El c