PIERO
Verlo entrar a mi oficina de un modo desafiante, logró hacer que me hirviera la sangre. Sin embargo, mis sentimientos negativos hacia ese hombre eran absurdos, comparado con lo que fue a decirme.
«Usted no está casado con Sabrina porque ya tiene esposa; ¿o acaso lo negará?»
Fueron sus palabras y sentí que el cielo caía despacio, pero firme, sobre mí.
Presioné mis manos en puños y aunque no deseaba en absoluto mantener una conversación con el sujeto que a leguas se notaba seguía enamorado de la misma mujer que yo, extendí una mano hacia el sillón que estaba frente a mí para invitarlo a tomar asiento.
Sin despegar sus ojos asesinos de mí, accedió a mi invitación y se sentó donde le indiqué. Imité su acción y suspiré hondo antes de comenzar a hablar.
—No es como usted ha manifestado. —Fue lo primero que dije.
—Entonces como es, porque lo único que sé es que está casado con una mujer que no es Sabrina…
—¿Qué es lo que quiere realmente? —pregunté frunciendo el ceño y suavizó su sembl