SABRINA
Me sentía rota por dentro, intentando comprender por qué siempre me tocaba atravesar situaciones así, por qué la vida me ponía esas pruebas tan dolorosas, pero sabía que si no superaba todos mis fracasos sola, jamás estaría lista para amar de nuevo libremente, sin temor a que me volvieran a dañar.
—¿Te sientes bien? —preguntó Leo, arrancándome de mis pensamientos y asentí, subiendo al coche sin decir nada.
Comenzó a conducir, viéndome de reojo a cada instante, como si quisiera hablarme pero temiera a que le respondiera de un modo poco apropiado.
El tráfico estaba imposible y el trayecto al aeropuerto se me estaba haciendo demasiado largo.
—¿Puedo preguntar algo? —dijo de pronto y miré al frente, moviendo la cabeza débilmente—. ¿Amas a Piero?
Sonreí con pena y me mordí el labio inferior, intentando no llorar.
—Lo amo —musité despacio, mirando a través de la ventana del coche. De pronto me sentía sofocada y presioné uno de los botones para que el cristal descendiera y la brisa f