Sabrina es una californiana de veintiocho años que está empecinada en morir soltera por una mala experiencia del pasado. Sin embargo, un inesperado viaje a París para asistir a la boda de su hermana pequeña cambiará por completo su vida. Un apuesto francés, una noche de copas y un acta de matrimonio la harán entrar en pánico por no recordar absolutamente nada. No obstante, nada era lo que parecía y su familia tenía mucho que ver con aquel matrimonio. Para solucionar su problema, Piero, su apuesto y desconocido esposo, le propone a Sabrina quedarse un mes, en el que él debe resolver algunos asuntos de trabajo para luego ocuparse de la nulidad del matrimonio. Sabrina, de mala gana acepta y ese mes que creyó que sería el peor de su vida, se convirtió en uno de los momentos más agradables que experimentó. ¿Qué hará cuando se cumpla el plazo?
Leer másSABRINA
Suspiré feliz mientras me miraba en el espejo que tenía en la habitación. El vestido blanco y perfecto me quedaba justo, sin que faltara o sobrara nada. Era de corte sirena con una cola de metro y medio, hecho a mano por una de las mejores modistas de novias de la ciudad.
Lina había conseguido que me lo hicieran en tiempo récord y como yo deseaba, el vestido era su regalo de bodas.
El tocado era de un hilo fino de plata con flores blancas minúsculas de piedras, trenzadas alrededor del recogido, sujeto al velo que caía como cascada de nube sobre mi espalda.
Los zapatos Manolo Blahnik me calzaban perfectos y tenían incrustaciones de pedrería que hacían juego con los detalles del vestido y el tocado.
Dos toques suaves en la puerta me devolvieron a la realidad y por el espejo vi a mi padre que asomaba la cabeza. Di media vuelta con una enorme sonrisa.
—¿Cómo me veo, papá? —pregunté con ilusión y mi padre solo negó con la cabeza, juntando sus manos a la altura del pecho.
—Como un ángel, mi pequeña. Te vez angelical —respondió, acercándose para darme un beso en la frente—. ¿Lista? El coche aguarda por nosotros y tu hermana se pondrá histérica si no llegamos a tiempo.
—Sí, padre. —Tomé el brazo que me ofrecía—. Me hubiera gustado que mamá me viera así, a punto de casarme —dije apenas, mientras bajábamos las escaleras.
Mi madre había muerto hacía diez años, dejando tres hijas y un esposo sin la dicha de su presencia.
—Estoy seguro de que de todas maneras ella te está viendo, Sabrina. Desde el cielo, cuida de nosotros siempre.
A papá le gustaba pensar que mi madre era una especie de ángel de la guarda que iba con nosotros a todas partes. Asentí y me ayudó a subir al coche para ir a la iglesia y casarme, como siempre soñé.
Al llegar, bajamos y fuimos a un pequeño cuarto a fin de retocar lo que hiciera falta y recibir las indicaciones de la wedding planner que había contratado Lina.
Estaba nerviosa y mis damas de honor, que se resumía a tres de mis mejores amigas, trataban de calmarme.
—Toma —dijo Alina, pasándome una petaca de aluminio. Bebí dos sorbos que me hizo arder la garganta.
—¡Diablos! —Arrugué la nariz y entrecerré los ojos—. ¿Qué m****a es esto, Alina?
—Vodka —dijo como si nada.
—¿Vodka?
—Sí. De Polonia. —Encogió los hombros y sonrió.
—Es la bebida más fuerte entre todos los licores; prácticamente alcohol rectificado… y refinado. —Acotó Mila, otra de mis amigas.
—No es nada fácil de conseguir —explicó Alina, tomando el envase que le devolví—. Ni te imaginas lo que tuve que hacer para que me dieran gratis una botella. —Enarcó una ceja, se metió un dedo en la boca e hizo un sonido obsceno con los labios.
—¡Por supuesto que lo imaginamos! —intervino Sara con diversión—. Pero hoy es el día de Sabrina, no arruinemos el momento con cosas sin importancia —determinó con una sonrisa.
—Pues yo creo que al ser Jason el novio, ya se ha arruinado por completo el día especial de Sabrina. —Alina rodó los ojos bebiendo y Mila le propinó un pellizco en el brazo—. ¡Qué te pasa! —gritó.
—Mejor cállate, Alina, y guarda tus comentarios para otro momento —sugirió Sara, quien era la más sensata de todas.
—Sé que ninguna está de acuerdo con esta boda, pero agradezco que aun así estén aquí, apoyándome. —Un nudo se había formado en mi garganta y mis amigas se acercaron para darme un abrazo—. Tengo miedo… —musité.
—No debes temer, cariño. Solo son los nervios, ya pasará —dijo Mila, poco convencida.
—Aún estás a tiempo de huir. Tengo el coche aquí cerca, Sabrina. —Volvió a hablar Alina, poniéndome los nervios de punta.
Y es que no era para menos. Llevaba cuatro años con Jason; tiempo en el que perdoné más infidelidades que otra cosa.
La última vez que me había fallado, su modo de arreglar la situación fue pidiéndole mi mano a mi padre, quien se había ilusionado con la petición. Debía buscar a Jason y hablar seriamente con él. Tenía que cerciorarme si el paso que estábamos a punto de dar era algo de lo que él estaba seguro. Y más aún, necesitaba que me convenciera de que me amaba locamente como yo a él, aunque lo mío rebasara lo tonto.
—Tengo que hablar con Jason. ¿Saben si ha llegado? —pregunté y todas se miraron con nerviosismo hasta que Alina abrió la boca.
—En el cuarto, cruzando el confesionario.
Asentí con la cabeza y salí con prisa del lugar para ir hasta donde mi amiga indicó que se encontraba mi prometido.
Un golpeteo intenso sacudía mi pecho a medida que llegaba al lugar. Respiré hondo al ver la pequeña puerta y la abrí convencida de que con unas palabras de su parte me sentiría más tranquila.
—Jason, tenemos que hablar… —dije de inmediato, llevándome una grandísima sorpresa—. Pero… pero, ¡¿qué carajos?!
Mi prometido se estaba besando apasionadamente con una mujer que resultaba ser «su prima».
Me quedé paralizada mientras ambos se separaban velozmente e intentaban acomodarse la ropa.
—Linda, esto no es lo que piensas. —Se apresuró en decir y sacudí la cabeza.
La rabia bullía en mis venas y percibía que pronto lloraría. Mi estómago se revolvió y deseé vomitarles en la cara por el asco que me producían.
—Eres la mismísima m****a, Jason… —Logré articular cuando salí de mi conmoción.
—Sabrina, por favor, esto no significa nada. Es algo sin importancia —dijo conciliador, intentando acercarse a mí.
—No te acerques, Jason. Nunca, jamás en tu vida, vuelvas a acercarte a mí. —Lo apunté con el dedo. Todo mi cuerpo temblaba.
—Nos casaremos en veinte minutos, cariño. Podemos resolver esto luego de la ceremonia — sugirió como si nada y entorné los ojos como si se hubiera vuelto loco.
—Eres un maldito enfermo. ¡Por supuesto que no habrá boda! Jamás me casaría contigo después de verte así. ¡Por Dios! Sí, ya sé que he sido una estúpida todos estos años, pero esto el colmo, Jason.
—No cometas una tontería, Sabrina. Todos los invitados ya están aquí. Mis padres, tu familia, nuestros amigos. La recepción ya está pagada, por Dios. Piénsalo un minuto, cariño. Te juro que esta será la última vez. Te lo prometo.
Las lágrimas amenazaron con brotar y cerré los ojos, respirando hondo.
—Hagamos esto juntos. No puedes dejarnos en ridículo delante de tantas personas importantes. Te prometo que te compensaré —insistió pensando que otra vez me estaba convenciendo.
Afirmé con la cabeza y a pesar de que me estaba muriendo por dentro, compuse mi mejor cara.
—Tienes razón, esto es algo insignificante que luego arreglaremos. —Jason sonrió y asintió con la cabeza—. No puedo arruinar este momento por una estupidez. —Volví a decir, mientras él tomaba mi rostro y depositaba un beso en mis labios que me supieron a ácido.
—Te estaré esperando en el altar —susurró sobre mi boca y moví levemente la cabeza para luego salir e ir hasta donde se encontraban mis amigas.
Me tapé la boca para ahogar el grito que deseaba lanzar y corrí de prisa. Cuando entré al cuarto, las tres: Alina, Mila y Sara me vieron con expectación.
No pude evitarlo y rompí en llanto, mientras ellas se acercaban y me abrazaban intentando calmarme.
—No puedo casarme con él —dije al fin y todas afirmaron con la cabeza, incluyendo a Sara—. Necesito que me saquen de aquí.
—Lo haremos, cariño, no te preocupes —dijo Mila.
—Pero antes le darás una lección a Jason —intervino Alina y todas la vimos con curiosidad mientras revelaba su plan.
El momento llegó y me encontraba de pie, sujeta al brazo de mi padre para hacer la entrada nupcial.
Con cada paso que daba agradecía infinitamente el plan de Alina, porque sería retribuirle solo un poco de las tantas humillaciones que me había hecho pasar el idiota de Jason.
Mi querida suegra enarcó una ceja estudiando mi aspecto y asintió con la cabeza, como si su aprobación fuera por demás importante.
Mis amiga se colocaron tras de mí y dejamos que la ceremonia siguiera como si nada hasta el momento de intercambiar nuestros votos.
—Yo —inició Jason—, agradezco a la vida por haberte conocido. Agradezco haber encontrado en ti la comprensión y el cariño que una esposa debe profesarle a su esposo —hizo énfasis en esas últimas palabras y quise darle un puñetazo.
Pensaba en las miles de maneras de borrar esa estúpida sonrisa de su rostro, de presionar su cuello y que los ojos se le salieran despacio hasta reventar por la presión.
—Sabrina —susurró y sacudí al cabeza, prestándole atención—. Tus votos, es tu turno — señaló con una sonrisa nerviosa.
—Yo, agradezco infinitamente a Dios por este día —inicié y Jason asintió satisfecho por mis palabras—, porque gracias a este día, pude comprender que un hombre como Jason no se merece de ninguna manera a una mujer como yo. Un hombre como Jason —abrí los brazos y volteé a ver a los presentes que me miraban como si estuviera loca—, quien tiene el ego demasiado grande en comparación con lo que lleva entre sus piernas, efectivamente no se merece a una mujer como yo. Pero creo que su prima —señalé a la muchacha con la que lo había encontrado—, ¿Elizabeth era tu nombre? —pregunté y la joven agachó la mirada por la vergüenza—. Eso ya no importa; la cuestión es que ella sabe perfectamente los motivos por los que un hombre como Jason no se merece a una mujer como yo.
»Pido perdón a todas las personas que están aquí por mí y que siempre han tratado de abrirme los ojos con relación al hombre con el que pensaba compartir mi vida. —Me quité el anillo del dedo y se lo tiré a la muchacha—. No habrá boda hoy, pero todos están invitados a disfrutar del banquete que la familia de Jason gentilmente preparó.
—No puedes estar hablando en serio —dijo Jason, tirando de manera violenta de mi brazo.
Sin pensarlo, jalé con fuerza deshaciéndome de su agarre y lancé un gancho que fue a parar a su ojo izquierdo.
—¡Auch! —Se oyó pronunciar en conjunto a la multitud y yo sacudí la mano.
—Gracias por abrirme los ojos en el momento justo. Adiós, Jason —dije y tomando la tela de la falda de mi vestido, corrí hacia la salida.
Fuera de la iglesia, me quité mis apreciados Manolos que no tenían la culpa de nada y los lancé a un lado. Cogí el tocado y tiré de este para arrancarme el velo que dejé caer allí mismo.
Tomé los pliegues del delicado vestido y lo rasgué para darle más libertad a mis piernas. Comencé a bajar los escalones y corrí en dirección al parque que estaba justo frente a la iglesia.
Mientras corría, las lágrimas no dejaban de fluir de mis ojos porque me sentía una verdadera estúpida en todos los sentidos.
Llegué hasta el lago y me quedé de pie al borde del muelle, llorando amargamente mientras me maldecía por haber sido tan ingenua.
Mis amigas habían llegado junto a mí y sentí la mano de Alina en mi hombro.
—Lo siento, Sabrina, pero era lo mejor. Solo te habrías condenado a una vida llena de miserias, atada a un matrimonio sin amor.
Afirmé con la cabeza y sentí otras manos desprender los pequeños botones del vestido. Entre todas me despojaron de la prenda blanca, dejando el enterizo de encaje que pensaba utilizar en mi noche de bodas.
—A la m****a el matrimonio —mascullé, mientras las cuatro nos tomábamos de las manos y nos mirábamos con complicidad.
—¡A la m****a el matrimonio! —gritaron las demás y entre risas y llanto, nos lanzamos al agua.
PIERO—¿Qué ocurrió con la hermana de Josh? —No quiere casarse. Bueno, al menos no conmigo —bromeó.—Creo que algo pasa con ella, Leo.Él frunció el ceño, sin dejar de mirar la carretera.—¿Te dijo algo Sabrina?—Fue todo muy raro… primero, en una cena a la que fueron todas sus amigas y Josh, mencionaron que no se encontraba bien de salud, y luego, Sabrina intentó sonsacarme cosas sobre ti.—¿Qué le dijiste?—La verdad; que no sabía nada. Y es que mi amigo se olvidó de mencionar el pequeño detalle de que regresará a Italia y que además, se anudará el cuello con un matrimonio arreglado —dije con sorna y sonrió negando—. Lo que aún no comprendo es, ¿por qué le propusiste matrimonio a la hermana de Josh? Y además, ¿por qué le dijiste que aceptarías un matrimonio arreglado?—No sé si eres idiota o te haces, la verdad, Piero. Le propuse matrimonio porque me enamoré de ella desde el mismo instante en que la vi, en aquel bar donde te casamos falsamente. —Reí a carcajadas.—Aún me deben esa h
PIEROLa mañana trascurría lenta y no podía enfocarme en el proyecto en el que me había hundido para olvidarla. Frustrado, lancé la maldita maqueta que tenía en frente al suelo, arrasándola con la mano. Me lancé a mi sillón y cerré los ojos, intentando calmar la rabia que sentía por dentro al recordar aquello, cuando oí dos golpes en la puerta y esta abrirse para que apareciera Leo, flameando un pañuelo blanco antes de entrar.Rodé los ojos y negué con la cabeza, mientras él entraba mirando el desastre que había en el piso.—¿Mal día? —preguntó y suspiré—. Te he llamado durante dos semanas y no has respondido; acabo de regresar de casa de mis padres.—Digamos que no he estado de humor para atender llamadas —mascullé con fastidio, enseñándole el sillón frente a mi escritorio, para que tomara asiento.—Supe lo que pasó y lo siento mucho. —Enarqué una ceja y suspiró—. Alina me envió las fotografías que le restregaste en la cara a Sabrina… junto con algo muy interesante que seguramente te
PIEROEl pecho dolía y era inevitable que llorara como nunca lo había hecho. Creí ciegamente en Sabrina, incluso luego de que Lucio me enseñara aquellas fotografías, pensé que ese hombre la perseguía, que la acosaba y que buscaba el modo de estar cerca de ella sin que recibiera una negativa. En un avión, era imposible escabullirse, pero ya en la ciudad, Sabrina lo siguió viendo… hasta el mismo día en que llegué y me dejó solo en su apartamento, mientras salió a un bar con aquel imbécil al que dejó besarla, como si nada. Ver esa fotografía, me sacudió tanto el interior que se me nubló el juicio, y lo peor de todo, era que ni siquiera podía afirmarme que no ocurrió.Pensándolo bien, tal vez solo fui un tonto juego… desde que llegué aquí, con las mejores intenciones del mundo, ella se dedicó a provocarme, a restregarme en la cara en aquel antro a otro tipo al que casi mato si Josh no me hubiese detenido.Pensé que todo sería más fácil, pero olvidé el pequeño detalle que enamorarse siemp
SABRINAAl abrirlo, metí mis dedos dentro y extraje el contenido. Al tenerlos delante de mis ojos, comprendí por qué Piero estaba de aquella manera.Eran fotografías mías… con Jason.En la primera, ambos nos veíamos entrando al hotel Boulevard, donde pasamos la noche en cuartos separados por el mal estado de mi apartamento. La siguiente era de horas de la mañana, compartiendo el desayuno. Yo había tomado una mesa sola, pero él se tomó el atrevimiento de acompañarme, aún después de que le dijera que no.Las otras… las otras no las recordaba a cabalidad, pero eran de ayer, cuando fui al bar de Tom y Jason se apareció. Ya tenía prácticamente la botella de vodka encima y realmente no podía traer a colación en mi mente, la secuencia de imágenes que estaba viendo en esos momentos.Estábamos sentados uno al lado del otro, luego yo acariciaba su mejilla y él me tomaba del rostro. En otra tenía la cara muy cerca de la mía, aludiendo que me estaba por besar. En las siguientes tomas, estábamos a
SABRINALuego de terminar el almuerzo, llamé a Lina para que organizara todo en casa de papá. Si bien pidió perdón por lo sucedido en París, solo respondí que luego hablaríamos seriamente del asunto, aunque ya se me hubiera pasado el enojo. Alison al parecer, tuvo problemas con su vuelo y no llegaría hasta mañana en la noche, por lo que esa niña debería rendirme cuentas en cuanto pisara Los Ángeles. A mis amigas las puse al tanto de manera fugaz y todas estaban en ascuas por aquella repentina cena a las que las había convocado.En la tarde, después de recorrer las calles de Los Ángeles y enseñarle a Piero los alrededores de mi vecindario, regresamos al apartamento para arreglarnos. Sus cosas seguían en la habitación junto a la mía, por lo que me dio mi espacio para alistarme sin prisa ni ojos que estuvieran sonrojando y calentando a mi piel. Escogí un bonito vestido blanco ajustado, largo hasta las rodillas con escote en «V» y tirantes. Me recogí el pelo de manera informal con algunos
—No debes de tener celos de mi pasado, amor. —Tragué apenas e intenté sonreír—. Tú eres mi presente y mi futuro, y no existe nada ni nadie que pueda cambiar eso, ¿está bien?—Está bien —repliqué—. ¿Quieres ducharte conmigo? —Cambié el rumbo de la conversación y Piero se incorporó, tomándome en sus brazos y andando hasta el tocador conmigo a cuestas.El baño fue extremadamente relajante. Al final de cuentas, llenamos la tina y nos sumergimos en ella por cuestión de hora y media, tallando mutuamente nuestros cuerpos, intercambiando besos y caricias, hasta que el agua se enfrió.Salimos de mi apartamento tomados de la mano, como dos personas que se amaban con tanta intensidad y temían desprenderse de su otra mitad por miedo a que ese momento se esfumara. Ingresamos a un pequeño restaurante italiano, a unas manzanas de mi casa y tomamos una mesa al lado de un ventanal que daba a la calle.Piero ordenó un vino blanco y yo la comida, que la devoramos en un santiamén.—¿Cuánto tiempo estuvis
Último capítulo