SABRINA
El dolor que estaba sintiendo era indescriptible; ni siquiera la traición de Jason en mi propia boda había dolido tanto. Por dentro me negaba a creer que era verdad, estaba aferrada a la idea de que solo se trataba de una fea pesadilla. Cerré mis ojos con fuerza, creyendo que al abrirlos de nuevo toda esta situación se esfumaría y volveríamos a ser él y yo, sin nadie más, sin nada más. Sin embargo, al hacerlo comprendí que había sido víctima una vez más del engaño y que si no me marchaba pronto de allí, caería en una desgracia y tristeza que no imaginaba pudiera resistir.
Me incorporé como pude de la cama pero sus manos se aferraron a mi cuerpo, envolviéndome entre sus brazos y comencé a convulsionar en llanto, mientras él presionaba mi cuerpo al suyo. Me volteó para que lo viera a los ojos; a aquellos iris azules que estaban tan aguados como los míos.
—Mírame a los ojos y dime que dudas de mi amor, Sabrina, que piensas que no eres importante para mí. Yo… yo me equivoqué pero