Cuando Alexander llegó a su casa y entró, no podía creer la paz que reinaba en el ambiente.
Miró a su alrededor y no se escuchaban gritos, ni quejas, ni había ningún incidente que solucionar.
Aquello no era normal.
Le había escrito un mensaje a Diana para preguntar cómo iba todo un par de horas antes y no contestó.
Tuvo el impulso de regresar a su casa en ese mismo instante, pero estaba demasiado ocupado y debía confiar en que en esa ocasión los niños se portarían bien.
Había visto que les agradaba Diana, tenía que darles el beneficio de la duda.
Cuando se encontró a una empleada la detuvo para preguntarle.
—¿Dónde se encuentran mis hijos?
—Han estado toda la tarde jugando con la nueva niñera y su hija en la casa del árbol. Todavía continúan allí.
Alexander sintió como su boca se iba abriendo poco a poco.
¿Se había equivocado de casa o cuando estaba regresando a casa entró en algún bucle temporal que lo cambió a otra dimensión?
¿Nathan y Gabriel tranquilos toda la tarde? No, eso era i