NARRADOR
—¡Marcelo! ¿Qué es todo este escándalo? ¡Por favor, tranquilízate! —le reclamó Mérida, tomándolo del brazo e intentando apartarlo con fuerza.
—¡Suéltame, Mérida! —rugió él—. Siempre has sido una mujer egoísta, incapaz de respetar mi vida ni mi privacidad. Me cuesta decirlo, pero siento odio por ti. Es como si fueras mi peor enemiga.
El rostro de Mérida perdió el color de inmediato. Se llevó una mano al pecho, como si el dolor emocional estuviera a punto de quebrarla.
—Marcelo, no me hables así, por favor. Soy tu madre y tus palabras me hieren profundamente.
—No actúas como una madre, actúas como una maldita opresora. ¡Lárguense las dos! ¡No quiero volver a verlas!
Samantha se interpuso, con la respiración agitada, luchando por contenerse.
—No me iré. Tienes que hacerte responsable del hijo que espero.
Marcelo la miró de pies a cabeza, con desprecio.
—Ese hijo que dices esperar, Samantha, no es mío. Y aunque lo fuera, ¡sal de mi casa ahora mismo! ¡Lárguense las dos!
—¿Qué está