La mirada del señor Amir estaba llena de desesperación y rabia. Rocío, por su parte, trataba de liberarse de aquel hombre y al mismo tiempo no lastimarlo.
—Señor, por favor, suélteme. No lo conozco, me está lastimando.
Salí a toda prisa, me interpuse entre el señor Amir y Rocío. Aquel anciano se encontraba hiperventilando y con dificultad aflojó su corbata.
—Señor Amir, ¿Por qué se puso así? No estoy entendiendo nada.
—Esos zapatos —él señaló los pies de Rocío —. ¿De dónde los has sacado? Es imposible que alguien como tú se encuentre usando un calzado así.
—Señor Amir, ella es mi novia. Los zapatos han sido un préstamo, no entiendo por qué se pone con esa actitud.
—Esos zapatos pertenecen a alguien importante para mí, necesito que me digan en dónde se encuentra esa persona porque necesito hablar con ella.
—No, no se lo vamos a decir —la voz de Rocío era firme, me sorprendió incluso a mí —. Usted es una persona que no se encuentra en sus cinco sentidos, no puede venir a agredir de esa