73: Maldigo la hora en que...
Kany respetó mi silencio. Y yo se lo agradecí. Ella sabía, mejor que nadie, lo importante que era guardar ciertas palabras, no escarbar en heridas que aún no terminaban de cerrar.
Se quedó a mi lado, sin invadir, sin llenar el espacio con preguntas que iban en contra de mis deseos.
—Sabes bien que, cuando quieras hablar, aquí voy a estar —dijo con suavidad—. No quiero presionarte. Solo espero, de corazón, que puedas abrirte cuando estés lista.
La miré por un instante. No con palabras, sino con una especie de reconocimiento silencioso.
—Tú, mejor que nadie, sabes que hay cosas que es mejor enterrar en lo más profundo del alma —le respondí—. Sé que tienes un pasado que también quieres dejar atrás. Y nunca te hice preguntas, porque entiendo lo que se siente cargar con algo que no se puede compartir.
Kany asintió, sin bajar la mirada.
—En eso tienes razón —dijo con serenidad—. Hay verdades que deben quedarse en la sombra. No por cobardía… sino porque removerlas no cambia nada. A veces, lo