Kany se quedó callada, ella mordió sus labios y contuvo las lágrimas que se asomaban en aquellos ojos color miel.
—Tú no tienes la culpa, estoy segura de que si hubieras tenido la solvencia financiera, otro cuento hubiera sido. Deja de pensar en lo que ya no se puede resolver y vive cómo tienes que vivir. En serio, que estar pensando en él hubiera, es el peor castigo que te puedes dar.
—Yo sé que no tengo la culpa, pero hay cosas que son tan difíciles de dejar pasar que al final solo terminas sintiéndote amargada y frustrada.
—Mejor dejemos de hablar de eso —me acerqué a Kany y tomé una de sus manos —. Quiero que me ayudes con el vestido, al final tú sabes bien lo que haces.
—Está bien —ella tomó mi mano con fuerza y me sonrió —. Te agradezco por no insistir en mi pasado y sobre todo por defenderme ante la nana cuando comenzó con sus preguntas imprudentes.
—No tienes nada que agradecer, al final yo sé mejor que nadie que hay temas que es preferible evitar a toda costa. Ahora vamos a v