Rocío y Mateo fueron los primeros en llegar, seguidos por Maryam, elegante y silenciosa. El señor Halit apareció luego, siempre imponente, y finalmente mi abuelo, con su bastón y su mirada siempre inquisidora.
Todos esperaban. Sabían que algo pasaba.
Zayd se aclaró la garganta. Su tono era serio, pero no tenso. Había algo distinto en su postura. En su energía.
—Hoy recibimos una noticia… inesperada —dijo.
Yo bajé la mirada, como si aún no supiera cómo sostenerla frente a ellos.
—Kany está embarazada.
Un segundo de absoluto silencio.
Rocío fue la primera en reaccionar. Sus labios se abrieron en una mezcla de sorpresa y emoción. Mateo parpadeó como si intentara procesarlo con lógica, cosa imposible.
—¿Qué…? —empezó Maryam, acercándose—. ¿Con el tratamiento?
—Sí —respondí, por fin alzando la voz—. Es reciente. Pelin ya está ajustando el plan. Vamos a intentarlo. Por el bebé. Por mí.
Rocío se acercó sin pedir permiso y se arrodilló frente a mí. Me tomó las manos con delicadeza, como si so