Kany entró a la habitación unos minutos después de que Mateo se fuera, con una bandeja en las manos. Apenas cruzó la puerta, notó el aire espeso, como si las paredes cargaran con una conversación reciente que había sido demasiado delicada.
—¿Todo bien? —preguntó con suavidad, dejando la bandeja en una mesa cercana.
Rocío asintió sin convicción. Acariciaba el cabello de Sofía con movimientos lentos, como si necesitara anclarse en algo.
—El señor Mateo vino a decirme lo que descubrió en la comisaría.
Kany se sentó a su lado, con expresión atenta.
—¿Y qué te dijo?
—Que Clara no estaba sola. Pues hay alguien más… un hombre llamado Austin Powell. Narcotraficante, contrabandista… y traficante de personas. —Rocío bajó la voz e hizo como si no conociera al acusado —. Iban a vender a Sofía, Kany. Mi pequeña niña. Ya la tenían marcada.
Kany se cubrió la boca, horrorizada.
—Dios mío…
—No fue un arranque de locura —continuó Rocío—. Fue un plan. Frío. Calculado.
Hubo un momento de silencio, hasta